La mayoría de las personas no entran en contacto directo con el mercurio, pero están expuestos a pequeñas dosis continuas, dando lugar a un envenenamiento lento pero sostenido del cerebro. Con el paso de los años, se va alterando altera el juicio, el pensamiento racional, disminuye la memoria la estabilidad emocional.
Este metal tiene la desafortunada propiedad de pasar al feto durante el embarazo dejando secuelas a largo plazo en el niño, que incluyen la pérdida de memoria, disminución de las habilidades del lenguaje y otras complicaciones cognitivas.
El mercurio se encuentra en cantidades peligrosas en pescados y mariscos, (resulta paradójico que se promueva la ingesta de estos animales por su contenido en Omega-3). También en el jarabe de maíz (HFCS) que se utiliza en la mayoría de alimentos procesados encontrados en el supermercado, como mermeladas, refrescos y productos horneados pre-elaborados y también, en sopas, panes, salsas para pasta, cereales, platos congelados, productos cárnicos, aderezos para ensaladas y condimentos. Se encuentra también en productos de salud, incluyendo barras de proteínas, alimentos "bajos en calorías" y bebidas energéticas.
Pero lo más grave es la inoculación directa de mercurio que se les realizan a los bebés, y niños con las vacunas.
Un niño recibe aproximadamente un total de 25 vacunas desde que nace hasta su adolescencia temprana. Muchas de ellas contienen Timerosal, un conservante que contiene 49% de mercurio.
Este uso sin precedentes de mercurio en los niños está creando una generación de niños con deterioro cognitivo.
Resulta irónico que las vacunas que supuestamente tienen el propósito de cuidar la salud, en realidad está afectando negativamente el desarrollo neurológico.